La historia de Leguizamón es curiosa, ya que luego de no tener lugar en River, un paso fugaz por la B de España y pelear por el ascenso en Talleres, el goleador recaló en Gimnasia y Esgrima de La Plata donde estaba rindiendo aceptablemente hasta que tuvo la idea (desafortunada para este fútbol loco que nos toca transitar) de cambiar su camiseta con Juan Sebastián Verón durante un clásico platense. Los dirigente resolvieron echarlo inmediatamente, le dijeron que se busque club. Cuando la dirigencia tiene una actitud tan barra brava como esa, lo mejor es cambiar de aires.
Teniendo en cuenta el presente de Gimnasia que jugó dos promociones consecutivas, que está en juicio con el "moncho" Fernández ya que fue despedido luego de dos partidos y no levanta vuelo futbolístico. Lo que le pasó a Leguizamon fue ventajoso.
Estoy del lado del goleador, no veo por qué no se puede cambiar una camiseta con un prócer del fútbol argentino como Verón. Leguizamon no insultó a nadie ni falto el respeto, pero cuando la dirigencia actúa pensando en "quedar bien", en ser tripero de corazón, pasan estas cosas.
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