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viernes, 20 de agosto de 2010

El enigma de Pascual

El rendimiento de los futbolistas y de los deportistas en general puede variar de una competencia a otra. Cada individuo es diferente y está atravesado por múltiples cuestiones que hacen que el día del partido el rendimiento sea de una u otra forma.

Hay algunos jugadores tocados por la varita mágica, cracks por naturaleza que consiguen que su rendimiento siempre sea de bueno para arriba llegando al excelente varias veces. Por supuesto este grupo está integrado por pocos, poquísimos futbolistas. Luego podemos ubicar otro selecto grupo de jugadores que siempre rinden parejo, nunca llegan al 10 pero se mueven entre 6 y 7 la mayor parte de su carrera, estos también son pocos. En general el grueso de los jugadores va variando su rendimiento, a esta altura creo preciso aclarar que se sobre entiende que si hablamos de jugadores de primera está claro que son todos buenos, luego en ese alto nivel hago esta clasificación (tan fácil y sentado frente a mi computadora). Decía entonces que los rendimientos en general varían, de un partido a otro, de un semestre a otro, de un club a otro, etcétera.

Pero hay un caso que siempre me llamó extremadamente la atención en el fútbol argentino y es el de Sebastián Rambert. “Pascualito” surgió en el 94 (con Brindisi como entrenador) con un pelito largo, gran velocidad y mucho gol. Cuando se asentó como titular en el equipo fue determinante para conseguir el campeonato y la Supercopa de 1994, el recordado “año rojo”. Rambert, sobrino de aquel que jugara en Independiente también con el mismo apellido, subió a primera con una camada muy exitosa de futbolistas como Gustavo López y Rotchen. Su excelente rendimiento le valió la convocatoria al primera partido de la era Pasarella en Chile, aquel 3 a 0 donde brillaron Ortega y Espina y Rambert convirtió un gran gol.

En 1995 fue transferido junto con Javier Zanetti al Inter de Italia. A partir de ese momento su carrera futbolística fue una pendiente sin fin hacia abajo, en el Inter no consiguió afianzarse nunca y los italianos se deshicieron de sus servicios (suerte diametralmente opuesta corrió el Pupi), pasó al Zaragoza pero nunca volvió a ser aquel veloz jugador que festejaba sus goles con el tradicional “avioncito”.

Incluso volvió a la Argentina para jugar en Boca y en River, donde consiguió alguno que otro gol, pero de aquel incipiente goleador, pichón de crack, sucesor de Burruchaga y etcétera no quedó nada. Siempre será un enigma como el rendimiento de Rambert puede haber decaído tanto, fue un lujo verlo jugar en Independiente, fue una lástima que no haya podido mantener su nivel. ¿Qué pasó? ¿Cómo pasó? Nunca lo sabremos

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