La sensación de la victoria es pocas veces igualable en la vida deportiva, no hay sensación mas hermosa que la de conseguir el objetivo de ganar un partido, un campeonato o simplemente un picadito. Está claro que la búsqueda de el triunfo es lo que nos moviliza a realizar deporte, no quiere decir que sea lo importante o que haya que buscarlo de cualquier manera. Pero está claro que cuando alguien agarra su bolsito y posterga cuestiones familiares e incluso laborales para ir a jugar es porque además del placer que genera está buscando la victoria, consciente o inconscientemente.
Ahora bien, la victoria debe ser manejada con cuidado, diría que con mucho más cuidado que la derrota. Es probable que la mieles del éxito nos empalaguen y no nos permitan realizar un análisis exhaustivo y concreto de lo que pasa dentro del campo de juego, y esto se aplica al amateurismo mas rabioso como hasta el profesionalismo mas detallista.
Cuando un equipo gana algunas cuestiones suelen quedar (por error) de lado, y es este análisis carente de profundidad el que hace que muchas veces se lleguen a conclusiones equivocadas. También es frecuente escuchar "bueno eso no importa ahora, lo importante es que se ganó". Craso error, aún en la victoria se debe ser objetivo y tener la frialdad para analizar minuciosamente que cosas se hicieron bien y cuales mal. Si el entrenador de un equipo comparte el fervor de un hincha ante la victoria seguramente será incapaz de hacer un análisis del partido y la derrota estará rondando los próximos partidos.
La derrota es amarga, pero en este sentido obliga a replanteos, reestructuraciones y reflexiones mas profundas. La victoria es apasionante pero no debe nublar la vista, muchas veces una derrota a tiempo suele ser mas beneficiosa que una victoria a los tumbos y mal trabajada.
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