La acadé

Racing es un equipo grande, que siempre se ha destacado por la fidelidad y la devoción que muestran sus hinchas en cada uno de sus partidos. No importa en que puesto se encuentre el equipo, mucho menos como esté jugando, sus fanáticos van devotamente y con pasión al estadio. Seguros de que su clamor y su amor generarán la levantada del equipo.

El de ayer no era un partido mas para el equipo de Avellaneda, de ganar se metía (momentaneamente) en la próxima Copa Libertadores. Sin embargo el planteo de Russo y la actitud de los jugadores no tuvo correlato con el de su gente. La cancha estaba repleta, era un clamor popular y permanente, no cabía un alfiler, se cantó sin parar.

Sin embargo dentro de la cancha el único que pareció captar el mensaje de la pasión fue José Luis Fernandez, un chico de inferiores con muy buen manejo y una característica hoy casi extinta en el fútbol argentino: es encarador, va para adelante, su gambeta es para pasar y su toque profundo, no juega para el costado ni elude la responsabilidad.

Sus compañeros muy pasivos y lejos de ser concientes de poder entrar en la historia moderna del club, recordemos que hace no tanto Racing estaba acechado por los números del descenso y protagonizó una promoción para el infarto contra Belgrano. Por eso la actitud de algunos jugadores ayer fue triste de ser vista.