Qatar fue designado como sede para albergar el mundial de 2022, en principio un país sin tradición futbolística en absoluto. Podríamos estar de acuerdo que llevar el evento mas importante del mundo fútbol a un país como este puede ayudar a desarrollar el deporte, in situ. Así fue en Estados Unidos, el mundial del 94 fue una de las estrategias para ir delineando esta Major League Soccer que aspira a seguir creciendo.
Es inevitable referirse a los petrodolares, porque la FIFA aplica esta política de llegar a todo el mundo sólo con los países que pueden pagarlo. Durante el último mundial en Sudáfrica la entrada promedio estaba muy por encima del salario que podían pagar los sudafricanos, entonces ¿qué sentido tiene llevar el mundial a un país donde sus habitantes estarán prohibidos económicamente para asistir a la cancha? ¿Fue coherente la gesta de Sudáfrica de construir estadios en un país donde los niños aun mueren de malaria y fiebre amarilla? Sin duda que no. Pero para la FIFA business are business.
En este caso la billetera empetrolada pareciera no tener fin, incluso se mencionó la posibilidad de que los estadios estén refrigerados con equipos de aire acondicionado para mermar las altísimas temperaturas del país asiático en verano, canchas con aire acondicionado ¿recuerdan cuando jugábamos sobre la calle, con dos cascotes como poste y con la interrupción esporádica del pasaje de un renault 12?
En Qatar contarán con 12 estadios, 9 de los cuales deben ser construidos, ¡nueve! El 75% de los estadios no está, no existe, pero los jeques en un tris pueden edificarlos. Es obsceno que se monte un negocio de esta dimensión mientras existen los países subdesarrollados con regiones donde no llega el agua potable. Pero lo dicho antes, en el mundo FIFA "está todo bien". No importa la tradición futbolística, no importa si hay estadios, no importan los 45° de calor, nada importa siempre y cuando esté señor billetín.
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